Mi nombre es Bruna, tengo 22 años y trabajo en una tienda de ropa de diseñador y tengo un jefe muy travieso lleno de dinero. Él siempre nos da bonificaciones por nuestro buen trabajo, y cada vez que le hacemos un poco de trabajo extra, él paga mucho más. A mi bastardo jefe le gusta cuando uno de nosotros tiene sexo con él al final del día. Y siempre está rotando a los empleados y eligiendo a uno diferente para follar.
En total somos 5 dependientas y nos folla a cada una de nosotras.
Por supuesto, paga muy bien por este trabajo extra. Incluso me las he arreglado para comprar un auto nuevo con el dinero que gano cada vez que me siento en su pene y hago que se corra. Creo que por eso siempre me elige a mí. Porque soy muy guapa, caliente y aun se como follar a el le gusta y siempre hago que se corra intensamente una y otra vez. El bastardo es un viejo muy pervertido y vive de medicamentos para endurecer su pene durante mucho tiempo.
Hoy acabé con él dejándose la polla bien pelada y ya os cuento los detalles. Porque me encantan las zorras, y siempre leo estas historias. Así que me emocioné más al poder contar mi historia, me vine 2 veces mientras escribía y recuerdo como mi travieso jefe me dejó con el coño y el culo ardiendo en la última relación sexual que tuvimos.
Luego llegó el momento de cerrar la tienda y mi jefe ya me dijo antes que me iba a follar. Los otros empleados se fueron y yo estaba esperando al cabrón para que tuviéramos sexo. Y por supuesto, después del sexo iba a conseguir el dinero que tanto deseaba. Porque es un viejo gordo muy feo, pero su dinero es hermoso y vale la pena el sacrificio. Me siento feliz encima de su polla y pienso en el dinero que me va a pagar.
Y como siempre es generoso, paga muy bien. A veces termina dando hasta 200 dólares solo por un pequeño asiento en esa pequeña polla que tiene. Esta vez gané aún más porque le di mi culo caliente y lo dejé follar duro.
Estábamos desnudos dentro de la tienda y el cabrón estaba chupando mis pechos de silicona y frotando mi coño. Luego se sentó en su sillón y yo me desnudé y comencé a rodar como una puta encima de ese pene grueso y pequeño que tiene. El bastardo se volvió loco y le froté las tetas en la cara y lo obligué a apretarme el culo muy fuerte.
Y luego no pudo más y se corrió mucho ensuciándome todo el coño y el pantalón. Entonces fue difícil levantarse de la silla porque le di un asiento muy fuerte y caliente haciéndolo enloquecer de lujuria. Y me pagó un buen dinero a cambio del asiento caliente que le di a su polla.
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