Esa noche estaba preparando la cena cuando entró en la cocina. No me lo esperaba, pero su cuerpo me hizo desear más. Me giré para mirarle a los ojos y fue entonces cuando empezó el sexo en la cocina.
Se acercó lentamente y sentí su cálido aliento en la oreja. Me recorrió un escalofrío de placer y me volví para mirarle. Sonrió con picardía y supe que no se detendría ahí.
Me colocó sobre la encimera y empezó a besarme en la boca. Su lengua invadió mi boca y me sentí muy excitada. Deslizó su mano por todo mi cuerpo mientras me besaba y gemí de placer.
Se apartó un momento y me miró intensamente. Yo jadeaba y mi cuerpo estaba completamente helado. Sabía lo que quería y yo también estaba preparada para ello.
Empezó a besarme en el cuello, su lengua se deslizaba por toda mi piel. Se movía por debajo de mi blusa, y yo simplemente me rendí a aquel beso. Mientras tanto, su mano se deslizaba por todo mi cuerpo.
Subió por mi cuerpo y pronto llegó a mi pecho. Empezó a besarme los pechos y chupó cada uno de ellos. Eso me hizo gemir con fuerza, y podía sentir cómo mi deseo crecía por momentos.
Luego bajó por mi cuerpo y se detuvo en mis bragas. Me las quitó y empezó a besarme en la zona. Siguió lamiendo y chupando cada centímetro de mi cuerpo.
La sensación que sentí me hizo temblar de placer. Sabía exactamente qué hacer para volverme loca de deseo. Mientras tanto, mi respiración era cada vez más entrecortada.
Subió por mi cuerpo y empezó a besarme en la boca. El beso fue tan intenso que me hizo perder el aliento. Se detuvo un momento y me sonrió con picardía.
Me cogió en brazos y me llevó al sofá. Me tumbó boca arriba y empezó a besarme en la boca mientras sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo. Yo gemía y me retorcía de placer con cada caricia.
Comenzó a deslizar su mano por mi cuerpo hasta llegar a mi intimidad. Comenzó a tocar esa parte con extrema delicadeza y yo sólo gemía de placer. Luego deslizó su lengua dentro de mí y comenzó a lamerme.
La sensación que sentí me hizo estremecer. Me retorcía de placer con cada caricia. Entonces empezó a penetrarme suavemente. Nuestros movimientos eran sincronizados y cada vez más intensos.
Me sentía en el paraíso. La sensación de estar con él era tan intensa que me hacía desear más. No podía dejar de gemir y retorcerme. Cada vez me penetraba más profundamente, y con cada movimiento sentía que me ponía más cachonda.
Entonces sentí que mi cuerpo temblaba y explotaba de placer. Me entregué a ese momento, y el placer fue tan intenso que me dejó sin aliento. Poco después, él también alcanzó la cima del placer.
Al cabo de unos minutos, se separó de mí. Yo seguía jadeando y sentía un hormigueo en todo el cuerpo. Me miró y me besó en la boca. Fue entonces cuando me di cuenta de que aquella experiencia en la cocina había sido realmente inolvidable.
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