Me acosté con la madre de mi mujer, una gorda traviesa adicta al sexo que siempre quería mi polla. Y un día no pude resistirme, llegué a casa borracho y acabé penetrando el culo y el coño de la vieja zorra que se fue a la cama muy contenta esa noche. Siempre salgo con amigos a jugar al fútbol y luego nos tomamos unas cervezas.
Y tengo una suegra que se llama Salomé, una vieja regordeta muy traviesa que ahora está pasando un momento en casa. Su marido ha muerto y mi mujer se ocupa de ella. Pero tiene un gran defecto, quiere tener sexo conmigo de todos modos. Aunque soy el marido de su única hija. Y siempre le digo lo mismo, que no quiero nada con ella.
Pero esa noche llegué muy borracho y me fui directamente al salón a ver la televisión. Y de repente llega esta anciana con un top transparente y con los pechos ya al aire. Ya se montó en mi regazo y empezó a besar mi boca. Se aprovechó de que yo estaba muy borracho. Y terminé besando a esta traviesa porque era realmente muy traviesa.
Y los besos se han ido a la puta madre intensa. Donde comencé a chupar los hermosos pechos grandes y perfectos de esta vieja gorda. Me restregaba esas tetas en la cara y no paraba de llamarme traviesa. Y me gustó chupar esas tetas, y de repente la traviesa me sacó la polla. Y ella ya estaba sentada encima, no podía perder tiempo.
Y yo penetraba ese carnoso coño y la traviesa me besaba la boca. Me llamó traviesa y se revolcaba y saboreaba en mi polla. Estaba apretando ese enorme culo mientras la traviesa me besaba la boca y se sentaba muy lentamente. Me dijo al oído que era sabrosa y que me haría venir mucho. Y realmente no pude resistirme.
Acabé corriéndome en su coño y luego ella se corrió besándome de nuevo. Y se fue, el viernes siguiente llegué a casa menos borracho pero no pude resistirme. Ella estaba igual con un jersey transparente y yo tenía que tener sexo con esta vieja sucia. Y acabó convirtiéndose en mi amante y empecé a penetrar su coño casi todos los días.
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