Tuve sexo con un cura travieso de gran polla que puso su pene con facilidad dentro de mi coño. Voy a revelar todo lo que pasó, traté de evitarlo pero estaba muy excitada y terminé teniendo sexo con un joven sacerdote muy caliente que me dejó loca de contenta. Me llamo Isabela, tengo 35 años y estoy casada, y suelo ir a la iglesia todos los domingos a confesarme. Y hace tres meses el cura de la iglesia a la que siempre voy se fue y un cura joven ocupó su lugar.
Se llama Julio, un moreno de 25 años que acaba de salir del monasterio y ha venido a mi iglesia. El problema de todo esto es que este joven es muy guapo, todas las mujeres del pueblo no paraban de decir que si no fuera cura se acostarían con él todo el día. Y el día que me confesé con él quedé hipnotizada por esos hermosos ojos y esa deliciosa boca. Y al hablar con él me apasioné y emocioné cada vez más. Hasta que un día no pude seguir pensando en él.
Acabé actuando y uno de estos días, cuando fui a confesarme, acabé sentado en su regazo y besando su boca. Y lo mejor de todo es que no pudo parar y se quedó mirándome y dejándome besar sus labios carnosos. Entonces tomé sus fuertes manos y las puse sobre mis grandes pechos. Al mismo tiempo sentí algo en mi culo, era su polla poniéndose dura y eso me puso aún más cachonda y húmeda. Así que me dirigí a la puerta, la cerré con llave y me quité el vestido, quedando completamente desnuda delante del cura.
Volví a sentarme en su regazo y froté mis pechos contra su boca y él comenzó a chuparme. En ese momento vi que era mi dueño y que el joven estaba completamente bajo mi dominio. Luego di un paso más y me puse de rodillas y empecé a bajar la cremallera de sus pantalones. Cuando saqué su pene del calzoncillo me sobresalté, era realmente grande y delicioso. La chupé lentamente y le pregunté si había tenido alguna vez sexo con una mujer. Y él dijo que no, que era virgen y que no podía seguir con esto.
Luego dijo que no podía parar, que era demasiado bueno y que quería tener sexo conmigo porque lo había hechizado. Y seguí chupando su gran polla, haciendo que se corriera en mi boca. Me miró fijamente y antes de que pudiera arrepentirse yo también quise correrme. Rápidamente empecé a frotar mis grandes pechos contra su polla y reanudé la succión sin parar. Y de nuevo esa polla empezó a ponerse dura y entonces empecé a sentarme encima de él.
Le besaba la boca mientras me sentaba intensamente sobre aquel enorme pene del cura. Gimió suavemente diciendo que era una tentación muy difícil de resistir y que no podía dejar de penetrarme. Me daba palmadas en el culo y me llamaba sucia pecadora. Empecé a disfrutar sentada sobre ese enorme pene y tuve un orgasmo muy delicioso. Poco después, el joven sacerdote también se corrió, dentro de mi coño. Pensé que se arrepentiría, pero días después quiso volver a verme y me dijo que quería repetir el sexo que habíamos tenido. Así que volvió a suceder y fue incluso mejor esta segunda vez.
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