Follando con una viuda había sido una de mis fantasías durante años. Esta fantasía se convirtió en realidad cuando conocí a Sarah, una viuda de 39 años con la que me sentí inmediatamente atraído.
Desde el primer momento en que nos vimos, sentí que existía algo más entre nosotros. Nada fue explicitado, pero la tensión entre nosotros era palpable. Podía ver deseo en sus ojos y sentir el calor de su piel cada vez que nuestras manos se tocaban.
Finalmente, una tarde nos encontramos en su casa y no tuvimos que decir más. Sabíamos exactamente lo que queríamos y necesitábamos. Nuestras manos comenzaron a explorar y nuestros cuerpos se unieron en un abrazo apasionado.
Nuestras lenguas se entrelazaron como si estuviéramos bailando una danza sensual. Nuestros cuerpos se movían al compás de nuestros deseos más profundos.
Sus manos se deslizaron entre mis piernas y me llevaron a una sensación de placer indescriptible. Sus dedos comenzaron a trazar círculos cada vez más profundos hasta que finalmente llegué al clímax.
Entonces, nos deslizamos entre las sábanas y comenzamos una danza erótica que nos llevó a otra dimensión. Sus manos recorrían cada centímetro de mi cuerpo y sus labios me besaban con tanta pasión que me hacía temblar.
Nuestros cuerpos se fusionaron en un solo ser, y su calidez me envolvió. Sentí su cálida respiración en mi cuello y susurró palabras dulces que me hicieron temblar.
Giré mi cuerpo para poder besarla y sentí su deseo vibrar entre nosotros. Nuestros cuerpos se sincronizaron como si estuviéramos hechos el uno para el otro.
Cada vez que nuestros cuerpos se golpeaban, parecía que una descarga eléctrica nos recorría. Nuestros gemidos de placer se mezclaban con los míos, creando una melodía erótica que nos llevó al éxtasis.
Nuestros cuerpos se separaron y nos quedamos en silencio unos minutos, disfrutando de la paz y el amor que nos rodeaba. Nos abrazamos y sentí su corazón latir aceleradamente, como si su deseo por mí nunca fuera a terminar.
Nos quedamos así por un rato, disfrutando de la satisfacción de nuestro encuentro. Cuando finalmente nos separamos, nos dimos un beso de despedida y nos prometimos volver a vernos pronto.
Desde entonces, nuestros encuentros se han convertido en mi mayor placer. Nunca antes había experimentado tanta pasión y deseo como cuando estoy follando con una viuda.
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