Me acosté con mi amigo mexicano hace unos meses y, desde entonces, esa noche es algo que venero.
Nos conocimos durante el verano en una fiesta de amigos. Me llamó la atención de inmediato por su inusual encanto y belleza. Llevaba una falda midi de flores rojas y una blusa blanca que resaltaba su cuerpo curvilíneo. Llevaba el pelo largo y negro recogido en un moño y su look me volvió loco.
Empezamos a hablar y pronto nos hicimos amigas. Me habló de su país, de su familia y de su vida en general. Hablábamos durante horas y yo no quería despedirme de ella.
Un día la invité a cenar. Aceptó y por fin pude tener una cita con ella. Cuando la recogí, llevaba un vestido negro ajustado que hacía aún más evidente su cuerpo bien definido y sus deliciosos pechos.
Durante la cena, el ambiente entre nosotros se fue caldeando cada vez más. Ella me contaba sus experiencias sexuales anteriores y yo me iba excitando cada vez más.
Después de cenar la llevé a mi casa. Ella estaba tan excitada como yo y pronto empezamos a besarnos. Nuestros labios se juntaron y nuestras lenguas bailaron en una coreografía erótica. Mi deseo por ella aumentaba por momentos.
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Entramos en el dormitorio y empezamos a desnudarnos. Ella me miró a los ojos mientras se quitaba la ropa y yo me quedé extasiado con su cuerpo perfecto.
Empecé a besar su cuerpo y bajé por su cuello hasta su ombligo. Ella gemía de placer con cada una de mis caricias. Después de mucho besar y lamer, bajé aún más hasta llegar a su intimidad.
La chupé con pasión y ella gemía cada vez más fuerte. Me dio la vuelta y me besó, y entonces empezamos a acercarnos más. Pasó su mano por mi abdomen hasta llegar a mi polla, y entonces empezó a masturbarme con sus deliciosos movimientos.
Pronto no pude más y la puse sobre la cama. Me coloqué entre sus piernas y la penetré lentamente. Ella gemía de placer y yo aún más. Empezamos a movernos cada vez más. Ella se montaba encima de mí, tirando de mí hacia ella.
La sujeté por las caderas y empecé a moverme cada vez más rápido. Nuestra respiración se hizo más intensa y sentí que no podía más.
Entonces se tumbó boca arriba y la penetré con más fuerza. Me atrajo hacia sí y nos besamos con aún más pasión. Nuestros cuerpos se movían en sincronía y el placer aumentaba a cada segundo.
Finalmente, me corrí dentro de ella y ella alcanzó el orgasmo poco después. Nos quedamos abrazados y no podía dejar de pensar en cómo nuestra relación se había vuelto tan íntima y placentera.
Después de aquello, nuestra amistad se hizo cada vez más fuerte y nunca olvidaré aquella noche en la que tuve sexo con mi amiga mexicana.
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